Los orígenes y evolución de la e historia de la guitarra no son muy claros, ya que numerosos instrumentos similares eran utilizados en la Antigüedad, por lo que es usual seguir la trayectoria de este instrumento a través de las representaciones pictóricas y esculturales encontradas a lo largo de la historia. Hay evidencias arqueológicas a bajos encontrados en Alaça Hüyük (norte de la actual Turquía) que alrededor del año 1000 AC los hititas y asirios crearon instrumentos de cuerda parecidos a la lira -el instrumento de varias cuerdas más sencillo y antiguo del mundo- pero con el añadido de una caja de resonancia, por lo que serían antecesores de la guitarra. También se han encontrado representaciones en dibujos del antiguo Egipto que se asemejan a un instrumento similar a la guitarra.
Hay dos hipótesis sobre sus orígenes. Una, le da un origen grecorromano y la hace descendiente de la fidícula, la otra considera que la guitarra es un instrumento introducido por los árabes durante la invasión musulmana de la Península Ibérica. Según la primera hipótesis, estos instrumentos fueron asimilados por los griegos, que deforman ligeramente su nombre, kizára o kettarah, que en catalán se terminó llamando cítara. Este hecho ha dado lugar a suponer que la guitarra deriva de la cítara griega y romana, a la que se le habría añadido un mango al comienzo de nuestra era. Muchos estudiosos y musicólogos atribuyen la llegada de la guitarra a Hispania por medio del Imperio Romano en el año 400.
La otra hipótesis sostiene que el primer instrumento con palo fue la ud árabe, el nombre de los españoles terminaron fundiendo erróneamente con su artículo: “la ud” femenina se convirtió en el masculino “laúd”. Fueron precisamente los árabes quienes introdujeron el instrumento en la Península Ibérica, donde evolucionó de acuerdo a los gustos musicales de la plebe bajo dominación musulmana. En la India estos instrumentos eran conocidos en idioma sánscrito como sitar (instrumento descendiente de la vina), palabra que proviene de dos palabras indoeuropeas que darían origen a la palabra catalana “guitarra”: la raíz guita, que produjo las palabras en sánscrito guita (canción) o sangre (música), y la raíz tar, que significa cuerda o de acuerdo.
Edad media Guitarra morisca (llamada también laúd guitarrenc o guitarreny en el retablo La Virgen de la leche de Lorenzo Zaragozano. Último cuarto del siglo XIV. MNAC. Una guitarra morisca o mandora En los siglos XI y XII pueden distinguirse dos tipos de “guitarras” o “guiterna”. Por un lado la morisca o mandora, con forma ovalada de media pera y que se asemeja al laúd árabe y la mandolina. Por otro lado la guitarra latina, una evolución de las antiguas cedros o cítaras, de fondo plano, unida por aros con mango largo y el clavijero parecido al del violín. La primera concuerda con la hipótesis del origen oriental de la guitarra, una especie de laúd asirio que se habría extendido por Persia y Arabia, hasta llegar a España durante la estancia árabe en la Península Ibérica. La segunda, reforzaría la hipótesis del origen grecolatino del instrumento. Ambos tipos están representados en las miniaturas de las Cantigas de Santa María de Alfonso X el Sabio, en 1270, aunque una de las representaciones más antiguas que se conservan es en Europa Occidental en una pasionaria de la abadía de Zwiefalten del 1180.
En el siglo XIII se bifurcó la evolución en dos variedades de guitarra. La guitarra morisca, más comúnmente llamada mandola, más redondeada y con mango ancho y la guitarra latina, con una sola boca y de mango estrecho. Coexistió con la vihuela, instrumento musical con dobles cuerdas pulsadas y de mayor tamaño. En el siglo XVI, ambos cordófonos tuvieron una especial relevancia a la Corona de Aragón, Castilla y Portugal, hasta el auge de los instrumentos de teclado. En el siglo XIV, los poetas medievales franceses Guillaume de Machaut y Eustache Deschamps, en sus obras, mencionan la “guiterna” sin precisar el tipo. La guitarra latina evolucionó hasta dar lugar a dos instrumentos diferentes: la Viola de mano o vihuela, que estaba dotada de seis órdenes (cuerdas dobles) y que tuvo una amplia difusión entre la aristocracia y los trovadores y músicos profesionales; y la guitarra, de cuatro órdenes y de uso más popular.
En el siglo XVI comienzan a aparecer numerosas composiciones para guitarra. Esta gran producción tiene como centro en España. La primera obra para guitarra de cuatro órdenes aparece en la obra Tres libros de música en cifra para vihuela publicada en 1546 por Alonso Mudarra en Sevilla. En aquella época era habitual confundir los nombres de estos instrumentos y fue a finales de siglo cuando empezaron a diferenciar. La guitarra fue utilizada principalmente como instrumento de acompañamiento y principalmente con la técnica del rascado. El tratado más antiguo sobre la guitarra clásica fue publicado en Barcelona en 1596 por Juan Carlos Amat. El 1606, Girolamo Montesardo publicó en Bolonia la primera gran obra para guitarra titulada Nuova inventione de involatura para sonar Il Ballet sopra la chitarra espagnuola. También, el 1620, G.A. Colonna escribe Intavolatura di chitarra alla Spagnuolo.
Habitualmente se atribuye la inclusión de la quinta cuerda al músico y poeta andaluz Vicente Espinel. La atribución de esta invención la realizó Lope de Vega, pero fue refutado por Nicolao Doici de Velasco (1640) y por Gaspar Sanz (1684) en sus tratados sobre la guitarra clásica. Sustentan sus afirmaciones en el hecho de que once años antes del nacimiento de Espinel, Bermudo mencionó una guitarra de cinco órdenes. Sin embargo, aunque Espinel no fuera el inventor de la guitarra clásica de cinco órdenes, probablemente fue quien más hizo en su difusión popular en todas las clases sociales de España. El Nuevo método por cifra para tañer guitarra de cinco cuerdas (Nuevo método para cifrado para tañer la guitarra de cinco cuerdas), publicado en 1630 por Doici de Velasco, es el más antiguo conocido y en él afirma: “En Francia, Italia y otros países, a la guitarra se le llama española desde que Espinel puso la quinta cuerda, quedando tan perfecta como el laúd, el arpa, la tiorba y el clavicordio y aún más abundante que éstos “.
Otros autores contribuyeron de forma destacada en la literatura sobre la guitarra, como Luis de Briceño en 1626, Lucas Ruiz de Ribayaz y Francisco Guerau, entre otros. En la Península Ibérica la guitarra era ya muy utilizada a finales del siglo XVII, cuando Gaspar Sanz compuso su Instrucción de música sobre la guitarra española y método de sus primeros rudimentos, hasta tañerla con destreza.Anteriormente había guitarras de nueve cuerdas: una cuerda simple y cuatro “órdenes”. En todo caso, parece claro que fue en España donde tomó cierta de naturaleza, ya que a diferencia de las guitarras construidas en otros países y lugares de Europa, donde se fabricaban guitarras sobrecargados de incrustaciones y adornos que la hacían casi imposible de tocar, la guitarra española se hacía para ser tocada y fue tan popular que incluso Sebastián de Covarrubias, capellán de Felipe II y lexicógrafo español, llegó a decir: “la guitarra no vale más que una lámpara, es tan fácil de tocar que no existe un campo que no sea un guitarrista “. Aunque todos los países reivindican su intervención en la invención de la guitarra (con especial mención de Francia) aspectos como la forma, la estructura y la afinación, derivan directamente de la guitarra tal como los luthieres ibéricos la proyecta, sin olvidar -nos los europeos como Johan Stauffer, de quien derivan los diseños de su discípulo CF Martin.
Del siglo XVIII hasta la actualidad La guitarra no consiguió llegar a desarrollar todo el potencial hasta finales del siglo XVIII, cuando algunas guitarras comenzaron a hacerse con seis cuerdas simples: antes tenían una cuerda simple y cuatro órdenes (pares de cuerdas). Para dar mayor consistencia a la guitarra, se añadieron unas barras debajo de la tapa armónica. Esto permitió que la tapa fuera más fina, con lo cual se obtuvo mayor resonancia y una mejor distribución del sonido. Posteriores reformas, como el uso de un mango reforzado y elevado, así como de clavijas metálicas en lugar de las de madera y la fabricación con materiales que favorecen la buena acústica, dan origen a lo que hoy conocemos como guitarra clásica.
Iniciado el siglo XVIII Jacob Otto agrega la sexta cuerda a la guitarra y se estandariza la afinación moderna, el cambio más significativo sufrido por este instrumento. A mediados de siglo, la historia de la guitarra moderna alcanza un gran auge con el valenciano Francisco Tàrrega, creador de la escuela moderna y autor del cambio en el uso del posicionamiento de las manos y la manera de pulsar las cuerdas. A finales del siglo XVIII y principios del XIX, algunas guitarras usaban seis cuerdas simples y emplearon unas barras de refuerzo debajo de la tapa armónica. Estas barras fueron añadidas para reforzar la estructura y permitir adelgazar la tapa para obtener una mayor resonancia y una mejor distribución del sonido a lo largo de la tapa armónica. Otros desarrollos contemporáneos incluyen el uso de un mango reforzado y elevado usando madera de ébano o palisandro, y la aparición de un mecanismo de tornillo metálico en lugar de las clavijas de madera para afinar. Es importante destacar que el trastero elevado ha tenido un gran impacto en la técnica del instrumento para que las cuerdas estaban demasiado lejos de la tapa armónica de modo que había que apoyar a uno de los dedos de la mano derecha para que sirviera de apoyo a los demás. Estas guitarras serían reconocidas inconfundiblemente como las primeras guitarras clásicas.
En el siglo XIX la guitarra llegó al mejor sonido, belleza en el timbre y proyección sonora con las siete varas extendidas bajo la tapa armónica, el aumento de la caja de resonancia, así como con el ensanchamiento del mango. A comienzos del siglo, encontramos las características de los precursores más directos de la guitarra clásica moderna en los trabajos de los españoles Agustín Caro, Manuel González, Antonio de Pamplona, Manuel Gutiérrez y otros constructores europeos incluyendo René Lacote y al vienés Johann Stauffer. Johann Stauffer tiene una reputación legendaria. En su tienda aprendió a construir guitarras C. F. Martin, que luego se trasladó a los Estados Unidos y la firma sigue construyendo guitarras hoy en día. También desarrolló el trastero elevado, a petición de Luigi Legnani, el guitarrista y primer intérprete de los conciertos del violinista genovés Niccolò Paganini. Sus otros avances en la construcción de la guitarra incluyen un mango ajustable y reforzado con acero y las clavijas de tornillo sin fin que todavía se usan en las guitarras modernas.
Hacia 1850 comenzó el trabajo de Antonio Torres Jurado. Con el apoyo de Julián Arcas, ambos de Almería, y sus propias y brillantes intuiciones, Antonio Torres Jurado refinación los soportes estructurales de la guitarra incluyendo siete varas extendidas bajo la tapa armónica. Aumentar también el tamaño de la caja de resonancia y el ancho del palo. Estas innovaciones influyeron en la mejora del volumen del sonido y la respuesta a los bajos así como el descubrimiento de una técnica para la mano izquierda para el enriquecimiento del repertorio. Ahora la guitarra ya estaba preparada tanto para las demandas del solista como para las del conjunto instrumental. La tradición constructiva en Almería se ha mantenido hasta nuestros días con constructores como Gerundino Fernández García. Ya en el siglo XX, el luthier español José Ramírez III junto al guitarrista Narciso Yepes le añadieron cuatro cuerdas más en las graves, sobre un amplio mango los múltiples trastes permiten ampliar notablemente la gama de sonidos de la mano izquierda. Narciso Yepes tocó por primera vez esta guitarra de diez cuerdas en Berlín en 1964 y, a partir de ese año, fue su instrumento habitual en los conciertos, especializándose en piezas renacentistas y barrocas.
Referencias
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